Muchas veces siento que vivo somnoliento. Cuando estamos entre dormidos sabemos que no estamos durmiendo pero tampoco vivimos lucidamente la realidad. Estamos en un estado intermedio, entre sumergirnos en sueños imaginarios y terminar de despertar.
Siento frecuentemente que mi vida es así. Sé lo suficiente para entender que Dios me ha dado vida y me ha redimido de mi pena, pero siento que aún duermo a la lucidez de la realidad. Por un lado sé que Dios es real y su palabra verdadera. Pero por otro lado no lo creo tanto como para vivirlo plenamente. Admiro a los que lo han logrado, o a los que se les ha dado la gracia para ver. Yo aun me entiendo somnoliento.
Aun en ocasiones, me sumerjo en los sueños imaginarios que este mundo propone. Mi corazón se deja seducir por los deseos y la vanagloria de esta vida. Que si soy mejor que, o si tengo más que… entonces tendré valor. La gracia me mantiene entendiendo que no son mis méritos ni mis hechos que me hacen amado y acepto ante Dios. Es una razón que no está en mi. Cuando me miro a mi para entender si Dios me ama, me equivoco y nuevamente caigo medio dormido en el sueño de mi propia justicia que no existe en verdad.
Soy confuso en mis pensamientos al respecto. Creo y no creo. Creo, ayuda mi incredulidad. Siento la lucha entre mis deseos. La lucha del bien y el mal. Algunas veces si pudiera creo que me rasgaría el pecho para dejar salir tanto pecado y maldad. ¿Quien me librará? la respuesta la sé: Jesucristo, el justo.
No sé si todos sufren esto como yo, veo creyentes que viven felices sus vidas, y veo otros que parece que todo fuera tan claro para ellos. Para mi no lo es, perdón por decirlo de esa manera. Pero si yo creo en un infierno real, porque dudo tanto en compartir con mi vecino el evangelio. Eso me dice francamente que lo que creo no lo creo como lo debo de creer. Mala mía, soy incrédulo en muchas cosas de mi fe.
Creo que eso es lo que más me aplasta el pecho, verme sabiendo y no viviendo como sé que debería de vivir. A la vez comprendo que hay un momento, donde pase de este mundo a la gloria, donde ya la lucha que tengo dentro no existirá. Hasta ese momento lo que más entiendo de esto, es que seguiré somnoliento a la realidad.