En mi lectura diaria me ha tocado la porción del Salmo 119:1-88, hay algunos pensamientos que me han bendecido a la luz de varios versículos y quiero compartirlos junto con algunas ideas para orar.
«Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios», Salmo 119:59
¿Cuánto tiempo invertimos cada día en considerar nuestros pasos? El mundo que nos rodea vive aceleradamente y está más interesado en llegar pronto a sus metas deseadas que en considerar el camino hacia esas metas. El apóstol Juan nos dice que «el mundo pasa, y también sus pasiones [o deseos], pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn. 2:17). En este mundo donde «no se sacia el ojo de ver, ni se cansa el oído de oír» (Ecl. 1:8b) es en el que vivimos. La Palabra de Dios nos muestra la necesidad de considerar, de evaluar, de pesar y reflexionar sobre nuestros caminos. De mirar la manera en que estamos viviendo debajo del sol, considerando la eternidad. ¿Para qué? Para ver si estamos caminando fuera del camino perfecto, de los pasos del testimonio Divino, y si es así, volvernos a ellos inmediatamente. Me recuerda las palabras de Pablo a los santos de Roma cuando dice: «Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto» (Ro. 12:2).
«Me apresuré y no me tardé en guardar tus mandamientos», Salmo 119:60
¡Que maravillosa actitud y determinación! ¿Con cuánta rapidez tomamos un medicamento para sentirnos mejor en medio de un dolor? Lo más rápido posible. ¿En cuánto tiempo tomaríamos un extintor de incendio para apagar llamas en nuestro hogar? Lo más rápido posible. ¿Cuánto debemos tardar en guardar los mandamientos del Señor que nos alejan de la destrucción del pecado y nos llevan a vivir una vida abundante en Cristo? ¡Más rápido aún! «Me apresuré y no me tardé», Esta debería ser nuestra actitud siempre para obedecer a Dios. Algunos tienen pecados que no quieren soltar, pecados escondidos debajo de sus tiendas que no quieren ser descubiertos como Raquel, la esposa de Jacob, que había robado los ídolos domésticos a su padre Labán y los había escondido para que no los descubran (ver Gn. 31). El pecado es engañoso hasta la muerte y eso es lo que busca producir en todo lo que toca. Apartémonos del pecado inmediatamente para alcanzar la misericordia de nuestro Padre Eterno. «Me apresuré y no me tardé»… quiera el Señor darnos esta actitud ante el pecado.
«Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos» Salmo 119:71
¿Cuál es el fin de no seguir y obedecer los estatutos del Señor? Una muerte sin final y sin retorno. Un castigo eterno. Ahora bien, ese final no se puede comparar con cualquier aflicción temporal y terrenal que podamos tener si su fin es una ganancia eterna en la presencia de Dios. Debemos procurar como nos manda el autor de la carta a los Hebreos: «…[correr] con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:1b-2). Cuando miramos la aflicción por medio de los lentes del Evangelio, entendemos que esa aflicción no es un castigo de Dios, es un medio por el cual Él nos está santificando, puliendo, tallando… y llevándonos a la imagen de su Hijo. La aflicción es el agua que nos riega para crecer para la eternidad. Nos despega de lo terrenal y nos hace mirar hacia arriba. ¡Bueno me es haber sido afligido! Si eso me lleva a Dios.
Oración:
- Señor, ayúdame a considerar mis caminos, a ver mis pasos, y a arrepentirme si hay pecado en ellos y volverme a tu senda de vida.
- Señor, ayúdame a tener una actitud correcta de apresurarme a obedecer tus mandamientos sabiendo que ellos son mi bien.
- Señor, ayúdame a entender que la aflicción que me enseña a obedecer tu Palabra y seguirte mejor es una bendita aflicción. Ayúdame a llevar mis dolores a tus pies en oración y pedirte que me enseñes a ver la bendición que hay al ser formado a la imagen de tu Hijo.