Dios.
Dios no tenía por qué buscar mi bien, y sin embargo, lo buscó.
Dios no tenía por qué amarme, y sin embargo, me amó.
Dios no tenía por qué salvarme, y sin embargo, me salvó.
Inexplicable es Su gracia.
Indomable Su bondad.
Incomprensible Su camino.
Soberano Su amor.
Él buscó a los que no lo buscaban.
Él amó a los que no lo amaban.
Él dio vida a los que muertos estaban.
Él no necesita más amor, y sin embargo, me pide amarle.
Él no necesita más gloria, y sin embargo, me pide glorificarle.
Él no necesita más compañía, y sin embargo, me pide estar con Él.
Él no me necesita, y sin embargo, yo sí a Él.
Él es Agua, y yo sediento.
Él es Pan, y yo hambriento.
Él es Vida, y yo muriendo.
Él es Gracia, y yo nada merezco.
Él es mi Creador, y yo su criatura.
Él es mi Rey, y yo su súbdito.
Él es mi Señor, y yo su siervo.
Él es mi Redentor, y yo su redimido.
Él es mi Maestro, y yo su discípulo.
Él es mi Padre, y yo su hijo.
Él es mi Dios, y yo su pueblo.
Él es, y yo sin Él, no soy.
Escrito la mañana del 24 de Septiembre de 2020, mientras meditaba en la preciosa gracia soberana de Dios, que sin tener por qué amarme, me amó.
Que nadie se jacte en su presencia. Soli Deo Gloria.