Y un hombre se acercó a Jesús y Le dijo: “Maestro, ¿qué cosa buena haré para obtener la vida eterna?” Jesús le respondió: “¿Por qué Me preguntas acerca de lo que es bueno? Sólo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos.” “¿Cuáles?” preguntó el hombre. Y Jesús respondió: “No mataras; no cometerás adulterio; no hurtaras; no darás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; y amaras a tu prójimo como a ti mismo.”
El joven dijo: “Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía?” Jesús le respondió:“Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé Mi discípulo.” Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
Mateo 19:16:22
La base donde descansa nuestra fe cristiana es que tenemos un Salvador. Quizá, como hemos escuchado esto tantas veces no nos impacte tanto, solemos familiarizarnos tanto con términos teológicos o bíblicos que a veces perdemos el impacto que debería producir esas verdades en nuestros corazones. Tendemos a agregarlo a nuestra biblioteca y dejarlo que se llene de polvo.
Pero la verdad es que cada hombre que a nacido en este mundo ha necesitado un Salvador del castigo eterno de Dios por causa del pecado. Aunque el hombre ha tratado por milenios de buscar caminos para estar en paz con Dios por medio de religiones y métodos humanos, ciertamente han sido caminos de muerte y no de vida. Es Dios quien pone las reglas y da los veredictos. Él ha sido el ofendido, el Juez justo y quien ha determinado que el que peca ciertamente morirá.
Este joven se acercó a Jesús pensando que tenía todo bajo control, que había hallado la manera de poder presentarse justo ante Dios. La conversación es algo rara, quizá te preguntes como yo por qué Jesús no es más directo con el joven. Y me arriesgo a pensar que por su juventud y confianza en sí mismo Jesús decide ir por un camino un poco más largo, pero que hará que el joven mismo pierda esa fe en su justicia propia, que tanta seguridad le traía.
«¿Qué cosa buena haré para obtener la vida eterna?» -así se presenta este joven ante el Señor de la santidad. No estaba bien enfocado en el problema real de por qué el hombre no tiene vida eterna y si un juicio esperándole donde será hallado culpable de pecar contra el Dios santo. El pecado, ese es el problema principal. Y este joven había adornado tanto su pecado con autojusticia que ya no veía que estaba muerto, y pensaba que recibiría la alabanza de Jesús por su rectitud ante Dios. Eso sí, lo que recibe de Cristo es un gran amor, en vez de crear falsas esperanzas y falsas expectativas Jesús le da respuestas que irán escarbando esa autojusticia hasta llegar al corazón de este muchacho.
«Joven, hagamos un análisis rápido para ver si eres digno de la vida eterna: ¿has guardado los mandamientos?» -La primer pregunta deja al joven parado frente a la ley recta y santa de Dios y ante ella nadie puede ser justificado. «Todo esto lo he guardado, ¿qué me falta todavía?» -responde este joven aún en su ceguera. «Ok, vayamos a tu corazón, si no quieres desnudar tu pecado y lo tapas con hojas de autojusticia. Dime, ¿tienes muchas riquezas verdad? Mira, ve y vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres que no tienen nada, y tendrás tesoro en los cielos, y sé mi discípulo».
Creo que cada palabra habrá calado cada vez más profundo en el corazón de este joven hasta dejarlo desnudo ante Aquel que ha de rendir cuentas, se ha marchitado toda su autojusticia y se ha expuesto su corazón engañoso. ¿Alguna vez confíaste en tu propia justicia? Yo si. Yo pensaba que no le hacía mal a nadie, y que como practicaba obras de bien Dios no tendría nada que recriminarme sino que él debía alabarme y bendecirme por mi bondad. Era un joven ciego que no comprendía que no podía salvarse de su pecado, no hay buenas obras que limpien el pecado, no hay nada que podamos hacer para extirpar el cáncer que llevamos dentro, esta tremenda enfermedad del pecado que nos carcome el alma.
No mucho después de esto los discípulos le preguntan a Cristo: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» -a lo que Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible». ¡Hay esperanza para el pecador! Ese mismo hombre que le había hecho perder toda esperanza de salvarse a ese joven rico, era el mismo hombre-Dios que estaba yendo en el camino de salvarle muriendo por sus pecados en la cruz. ¡El joven debía caer de rodillas y pedir misericordia al Dios que es lento para la ira y grande en amor! Jesucristo jamás nos mostrará nuestro pecado y nuestra desesperanza de salvación sino para que corramos hacia él en busca de gracia y misericordia.
No todos serán salvos, este joven se alejó entristecido del único que podía salvarle, ¿por qué? por riquezas efímeras que hoy las posee otra persona. ¿Qué tienes que te aleja de Cristo? ¡Ve y véndelo! Nada tiene mayor valor que estar unidos a Cristo por su muerte y resurrección. Es mejor entrar cojo, manco o ciego a la vida que con todo el cuerpo entero en el infierno de castigo eterno.
Hoy hay un salvador que extiende su amor hacia ti y hacia mi. Si no eres cristiano te invita a que no confíes en tu propia justicia (ya que no existe) y que pongas tu fe en Su justicia perfecta y su muerte sustitutoria en la cruz arrepintiéndote del pecado en tu vida. Si eres cristiano, hoy Cristo quiere arreglar cuentas contigo, vive una vida de arrepentimiento, confiesa tus pecados al abogado que tenemos con el Padre, y Dios que es fiel y justo perdonará nuestros pecados. ¿Hoy confías en Cristo para tu salvación o acaso confías en tu capacidad de vivir la vida cristiana? Cada día necesitamos seguir confiando en nuestro Buen Pastor que su vida da por sus ovejas.