Cristo es llamado en las Escrituras como el Rey de reyes y Señor de señores. Es un título de alta supremacía y preeminencia sobre todas las autoridades que existen. Todo cuanto acontece con un Rey es de vital importancia para todo su reino. Si un Rey sale a la guerra, su pueblo lo aguarda con ansias de saber si ha salido victorioso.
Como hombres y mujeres redimidos pertenecemos ya no al reino de las tinieblas sino al reino del amado Hijo de Dios (Col. 1:13). Y todo lo que acontece a nuestro Rey es de vital importancia para nosotros sus súbditos. Sabemos por las Escrituras que nuestro Rey murió por nosotros en la cruz del calvario para así redimirnos y reconciliarnos con Dios, de quién estábamos separados por causa de nuestro pecado. Pero no quedó allí sino que resucitó de entre los muertos y ascendió a los cielos con la promesa de que pronto volverá por los suyos para poner fin al reinado de las tinieblas de una vez y para siempre, y para instaurar su reinado eterno sobre todo el universo.
Podrían muchos pensar que estoy hablando de cuentos de hadas, pero no hay nada más real que esto. Tu vida y mi vida forman parte de un plan mucho más amplio y extenso que Dios ha designado soberanamente para toda la creación. El fin: su gloria.
Ahora estamos mirando hacia adelante, esperando el retorno de nuestro Rey.
¿Y cómo debemos esperarlo? ¿Cuál debe ser la actitud del cristiano que espera su venida?
Jesucristo mismo (nuestro Rey) nos habla en Mateo 24 de Señales que nos anuncian el fin de los tiempos (Su segunda venida), y entre los tales algo que sale a relucir es su inminencia, es un evento inminente (adj. Que está apunto de suceder o que está muy próximo en el tiempo) y nada puede evitarlo. Sus discípulos le preguntaron: «¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu venida y de la consumación de este siglo?» (Mateo 24:3), a la que Jesús responde una alerta y una descripción de los sucesos que preceden su venida, y en el v. 36 les dice directamente: «Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre». A continuación, les habla de la inminencia de su venida para decir que «Por tanto, [debido a su inminencia] velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene».
Un punto que el Señor ha dejado claro es que nadie puede tener la certeza del día ni la hora de su venida sino solo el Padre (Mat 24:36) y por eso debemos velar. Tres parábolas se dan para explicar de qué manera velamos esperando el retorno del Rey. En estas encontramos una serie de características:
1. El cristiano que espera a su Rey será fiel y prudente (Parábola del siervo fiel e infiel)
«¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente a quien su señor puso sobre los de su casa para que les diera la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así», Mateo 24:45-46.
La voluntad del Señor para el creyente que espera su regreso es una vida de fidelidad (gr. pistós; fidelidad en la obediencia) y prudencia, reconociendo que Su regreso está cerca y actuando con sabiduría a la luz de ello cumpliendo lo que le ha sido encomendado con el fin de agradarle en todo (Col. 1:10) y recibir su recompensa.
Nuestro Rey nos ha dejado su voluntad expresada en un libro sagrado: La Biblia. Es allí donde encontramos cómo debemos vivir en este mundo que está bajo tinieblas mientras esperamos su regreso. «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación», 1 Tesalonicenses 4:3 .
William Hendriksen dice: «Tal “bienaventuranza” significa que el siervo sobre el cual se pronuncian las palabras de aprobación, congratulación y complacencia, es objeto del favor especial de su amo, le es agradable. Además, la frase “a quien su señor encuentre haciendo así” muestra que la actitud adecuada de uno que espera la venida del amo es el servicio activo en favor de aquellos que el Señor le ha encargado».
Matthew Henry señala: «La venida de nuestro Señor será feliz para los que estén preparados, pero será muy espantosa para quienes no lo estén. Si un hombre, que profesa ser siervo de Cristo, es incrédulo, codicioso, ambicioso o amante del placer, será cortado. Quienes escogen por porción el mundo en esta vida, tendrán el infierno como porción en la otra.»
Mientras esperas el retorno del Rey sé fiel y prudente.
2. Los cristianos que esperan a su Rey procurarán ser prudentes y estar listos (Parábola de las diez vírgenes)
«Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio», Mateo 25:1.
La imagen aquí es una boda típica judía donde la novia esperaba en la casa de sus padres hasta que el novio venía por ella para llevarla a su nuevo hogar concretando el casamiento allí. En este caso particular las vírgenes o doncellas están aguardando la llegada del novio para participar de la boda. Volvemos a tener la idea de que nadie sabe a qué hora llegará el novio por eso la necesidad de estar listas, preparadas, y ser prudentes en todo tiempo.
Cinco de ellas eran las insensatas que no se prepararon para la llegada del novio. En ese descuido muestran incredulidad y pereza. Algunos comentaristas dicen que estas representan a los cristianos nominales, que están sin aceite porque no tienen una verdadera identidad como cristianos. Aunque posteriormente reconocen que el que viene es el Señor, pero no tienen una relación con él ya que él mismo les dice que no los conoce. “El Señor conoce a los que son suyos” (2 Ti. 2:19).
Hendriksen advierte: «La preparación es esencial, porque viene el tiempo cuando ya no
será posible prepararse; la puerta estará cerrada».
¿Eres cristiano? ¿Tienes una relación genuina con Cristo? ¿Está el Espíritu Santo morando en ti? Esas respuestas son vitales para saber si eres un necio que espera a Cristo sin estar convertido o si eres un creyente genuino que puede esperar con gozo su venida.
Mientras esperas el retorno del Rey prepárate, examínate si eres suyo antes de que la puerta se cierre.
3. El cristiano procurará trabajar y ser fiel al Rey con lo que le ha sido dado antes de su venida (Parábola de los talentos)
«Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes», Mateo 25:14.
En esta parábola lo que nos es enfatizado es la fidelidad, el saber que el Señor espera fruto de nosotros. Lo que el Él nos ha dado debemos hacerlo fructificar para Su gloria. ¿Qué dones te ha dado el Señor? ¿Qué talentos preciosos? ¿Los estás haciendo fructificar y poniéndolos a Su disposición, para que cuando Él regrese te llame bueno y fiel?
Aquí el contraste es claro, algunos serán fieles y otros no. Para los infieles les aguarda el castigo eterno, porque nunca fueron siervos de Cristo, nunca dieron fruto, eran estériles como la higuera que Cristo maldice, tenían un concepto equivocado de él y lo que él esperaba de ellos.
«Siempre era el deber de los siervos recordar o tener presente el día del regreso de su amo, cuando se realizaría el ajuste de las cuentas. ¿Pensó el siervo negligente que su amo no volvería jamás? ¡Qué acción completamente irresponsable la suya!»1.
Dios nos ha dado a cada uno dones y talentos conforme a nuestras capacidades para multiplicarlos en pos de la gloria de Dios, de la expansión de su Reino, y el beneficio de nuestros hermanos.
Mientras esperas el retorno del Rey utiliza los dones que te ha dado para que cuando regrese encuentre mucho fruto de ellos.
Conclusión
Ciertamente, no sabemos ni el día, ni la hora en que volverá el Señor, pero sí se nos dice qué debemos estar haciendo mientras aguardamos. Velando y estando preparados en todo momento. Nuestra espera lejos de ser pasiva es activa, nos llama a vivir vidas santas que exalten el nombre del Señor y que con frentes altas y corazones humillados podamos estar expectantes y con gozo esperando el retorno del Rey.
1. Hendriksen, William. Comentario Bíblico de Mateo, año 2007. Libros Desafío. EE.UU.