Preguntas, decisiones y el evangelio

«¿Qué podemos cenar?» es una de las preguntas que casi a diario debatimos con mi esposa. Nos cuesta decidirnos y pasaremos un largo rato hasta que decidamos un menú. Lo mismo sucede cuando queremos en un día de familia ver una película, a veces desistimos porque es mayor el tiempo que tardamos en elegir, que en verla. A decir verdad cualquiera de esas decisiones no tiene una repercusión superior a la de ese momento. Pero dónde pasaremos la eternidad no estará determinada por qué cenamos anoche o qué película vimos, estará determinada por lo que viene a tu mente cuando te muestro la palabra «evangelio». Lo que pasa por tu mente al ver esas 9 letras dirá todo sobre tu eternidad.

Decidir si pagaré una deuda es de suma importancia para saber si tendré crédito en el Banco. Si decides cruzar en rojo te arriesgas a una multa, o lo que puede ser peor, un accidente. Lo que piensas sobre cualquier cosa determina algo en tu vida. Si tú creyeras que no es importante trabajar, terminarías no teniendo qué comer o vestir. Solemos pasar tiempo reflexionando al tomar decisiones cotidianas. Pero hay una esfera a la que es incómodo arribar, y son esas preguntas que pensamos que solo pertenecen a los filósofos o a los supersticiosos medievales. Y son preguntas cómo: ¿existe Dios y la vida eterna? ¿iré al cielo o al infierno?. La gente pregunta en la calle qué hora es, pero no se detiene a preguntar si la próxima hora morirá, y si ha de morir, ¿hacia donde irá?. El evangelio tiene mucho para decirnos sobre este tema, porque el evangelio es una noticia.

Pero déjame decirte algo: Evangelio no es un concepto abstracto o vago, no es una religión o un credo al cual afiliarte por tradición o gusto, no es un montón de personas que dicen amar a Dios, no es una oración que en algún momento repetiste o leíste, no son pautas y reglas a cumplir para lograr una paz con Dios, no es algo que pertenece a este mundo, no es un cuento inventado por nadie, no es una filosofía espiritual, no es un conocimiento oculto de unos pocos iluminados.

Evangelio es una noticia. Una buena noticia. ¿Cualquier buena noticia es el evangelio? No. El evangelio es un mensaje específico. El apóstol Pablo hace una clara definición:

“Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano. Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”, 1 Corintios 15:1-4.

Entonces, ¿cómo podemos definir el evangelio? Es la buena noticia de que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.

El evangelio es un mensaje objetivo

Algo que debemos entender claramente, es que no podemos pensar lo que nosotros querrámos sobre el evangelio, no es un concepto abierto que todos podemos sumarle definiciones y estará bien. Hoy en día vivimos en una sociedad relativista y la gente por todos lados cree en su mente que ella puede definir su espiritualidad de la manera que guste y estará bien.

David Garland dice: “Muchos asumen que todos adoramos al mismo Dios y que cualquier cosa que alguien decida creer sobre ese Dios es válida, o tan buena como lo que crea otro. Cuestionar el sistema de valores de alguien se considera un acto imperdonablemente crítico e intolerante.”

¿Te suena familiar? Sigue diciendo: “En general, la mayoría sigue ahora el principio de que cualquier cosa que funcione para mí o para ti ha de ser verdadero.”

Prende la televisión, mira en YouTube, o escucha una emisora radial, todos están predicando sus religiones: el humanista su humanismo, el evolucionista su religión, el relativista que todo es válido y que podemos tomar “lo bueno” de cada creencia y hacerlo propio.

En un mundo donde todo empieza a tomar la etiqueta de relativo, donde todo es tan válido cómo la persona desee, donde los conceptos de moralidad se redefinen y se “actualizan”, donde la falsa tolerancia dice que toda verdad es la penúltima verdad; allí, el mensaje del evangelio se levanta y proclama ser inmutable, cómo Dios es inmutable.

Millones que asumen ser cristianos no entienden el evangelio. Toman el cristianismo cómo una religión más a la que han adherido por tradición o gusto, donde descargan sus preocupaciones y reciben aliento para enfrentar un día más en este mundo tan caótico. ¿Pero de esto se trata el evangelio? ¡No! Que entiendas el evangelio es más importante que cualquier otra cosa de tu vida, porque eso determinará tu eternidad. Puedes preocuparte por todo lo que este mundo ofrece, pero sigue vigente lo que Cristo dijo: “¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?”, Mateo 16:26.

La respuesta al evangelio

Reflexiona conmigo, ¿cuanto más vivirás? ¿50, 40, o 30 años más? Hoy obtienes riquezas que otro disfrutará, llevas ropa puesta que quizás al final de esos años termine cómo un trapo más, te jactas que tienes algo de moda y al final de esos años: ¿de qué te ha servido? El panorama parece gris. Y te diré lo que creo: es gris. Este mundo fue corrompido por el pecado. El hombre se corrompió al decidir pecar en contra de Dios, y aún persiste en su necedad.

Y lo que tu pienses del Evangelio determinará tu eternidad. La humanidad está embriagada del pecado y piensa que Dios se tapará los ojos y será indiferente. Ciertamente todo pecado está a los ojos de aquel a quien rendiremos cuentas. Y seremos hallados culpables, listos para ser condenados en el infierno.

Pero así cómo es real esa mala noticia, así de real es la buena noticia del evangelio, la cual venimos tratando:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna”, Juan 3:16.

Dios proveyó un camino de salvación, Jesucristo vivió una vida sin pecado y murió como un vil pecador bajo la ira de Dios, el hombre puede recibir por la fe el regalo de ser salvo de esa ira y del castigo eterno. Cristo pagó la deuda del pecado a los que creen y se arrepienten de su pecado.

Y tú, ¿qué piensas del evangelio y cómo responderás a él?. Ya sabes que está en juego.

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Enrique Oriolo
Enrique Oriolo

Un gran pecador con un gran Salvador. Esposo de Tamara, papá de Luz, Paz y Sarah. Misionero y Pastor de la Iglesia Bíblica de Avellaneda.

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