Recientemente escuché una definición sobre el amor bíblico que me hizo pensar detenidamente en si yo estaba amando a los demás de una manera correcta. La cito textualmente:
«Amar biblicamente es hacer lo que es mejor para una persona y para Dios sin importar el costo para mi»
El libro que estábamos estudiando cuando el profesor de turno dio esa definición fue la primera epístola del apóstol Juan, quien era un hombre ya entrado en los últimos años de su vida, luego de ser un joven muchacho que se recostaba sobre el pecho de Cristo, en este momento es un experimentado apóstol que busca por medio de la letra a través del poder del Espíritu Santo corregir y direccionar a sus «amados hijos» en la fe.
Una palabra que vez tras vez se repite en la carta es la palabra «amor», y no solo la palabra «amor» sino también el verbo «amar», una acción a la que se exhorta al creyente a practicar. Pero, ¿qué es lo que entiende la mayoría de las personas por amor? Si vemos el énfasis que hace el mundo sobre el amor, es un amor completamente distorsionado del concepto bíblico de amar, ¿por qué?
Porque el mundo no conoce a Dios, y Dios es amor: «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (1 Juan 4:7-8). El mundo no ha nacido de Dios por lo tanto no ama en el amor verdadero de Dios. Pero sabemos que el mundo ama, ¿y qué es lo que el mundo ama?: «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.» (1 Juan 2:15-16). Exacto, «la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida», eso es lo que el mundo ama y para variar, todas son centradas en el hombre y en satisfacer sus deseos naturales de pecado.
Volviendo al parámetro bíblico del amor, ese no está centrado en uno mismo sino en el otro, centrado primeramente en Dios, como el dador del amor. El apóstol Juan nos da varios ejemplos, que se convierten en los cimientos de lo que es el amor, él escribe que podemos «conocer» el amor, que el amor se «manifestó», y que el amor «consiste en» y en los tres casos lo que continúa es el Evangelio. En el primero, «En esto conocemos el amor, en que Él puso su vida por nosotros»; segundo, «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo»; tercero, «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados».
El amor de Dios lo conocemos, lo vemos manifestado, y consiste en el Evangelio: «… Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3-4). Pero el amor de Dios no solo es para que nos maravillemos en él, sino que hay una respuesta por parte de los «amados», de los hijos de Dios: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de Él» (1 Juan 5:1).
Amar, esa es la respuesta al amor de Dios, pero no es amarme a mí mismo como el mundo propone. Ve a las librerías y párate en un kiosko de diarios, ¿cuáles son los títulos más vendidos? Libros de «autoayuda», de cómo vivir mi mejor vida ahora, de cómo tener éxito en mis objetivos y sueños, de cómo alcanzar mis metas y cómo satisfacer mis deseos. La Biblia nos rompe el molde pecaminoso, destroza el concepto egocéntrico del amor mundano y nos dice: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amaras a tu projimo como a ti mismo» (Mateo 22:38-39).
Dios y tu prójimo, esos son los que deben ser el objeto de nuestro amor, Jesús nos dijo: «Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Esa es la vara del amor, si Cristo murió por nosotros, nosotros debemos morir por Dios y por nuestro hermano. ¿Cómo amas a Dios? Amando a tu hermano, y guardando sus mandamientos. ¿Cómo amas a tu hermano? Amando a Dios, y guardando sus mandamientos.
Hoy me da que pensar ver cientos y miles de jóvenes en las redes sociales que llegan a conocer las doctrinas de la gracia, pero como dijo el pastor David Barceló: «no muestran la gracia de esas doctrinas». Amado joven, si es acaso que me estás leyendo: ¿Conoces a Dios? Entonces amarás a tu hermano al punto de dar tu vida por Él, en eso se manifiesta que conoces a Dios, en que guardas sus mandamientos y amas a tus hermanos. Es maravilloso conocer y tener sana doctrina pero si eso no te lleva a una sana práctica de amar con amor bíblico solo es conocimiento que se ha acumulado en tu mente pero que no ha bajado hacia tu corazón, no ha transformado tu vida más hacia la imagen de Cristo, y corres el peligro de que te vuelva arrogante y centrado en tí mismo. No mires a tu hermano (a ese que aún no conoce lo que tú conoces) como un enemigo, si es tu hermano debes amarle con un amor no fingido, enseñarle con paciencia y mansedumbre, y no solo llamarle «amado» sino que como dice 1 Juan 3:18: «Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad».
¡Que maravilloso que la Escritura diga que nos conocerán como discípulos de Cristo si nos amamos los unos a los otros! En otras palabras, si hacemos lo que es mejor para nuestros hermanos y para Dios, sin importar el costo que tenga para nosotros mismos.
Cuando leo tales cosas no tengo otro pensamiento que clamar: «Ayúdanos Señor, porque somos débiles y tan fáciles de distraernos de tus caminos». Pero confiamos que Aquel que comenzó la buena obra en nosotros, la perfeccionará hasta el día de su venida (Filipenses 1:6).
Amemos… y si amamos, es porque Él nos amó primero.
Amen!!!! Muy buena reflexion mi hermano.
Gracias Ema! Soli Deo Gloria.
Excelente!! =) . Muy de acuerdo contigo.
Gracias Albert!! 🙂
lo único que voy a agregar es que la palabra «amor» de nuestro español se traduce de 2 palabras que se mencionan en el nuevo testamento:ἀγάπη «agápe» el cual es el amor que Cristo tuvo para con nosotros;y φιλέο «philéo» el cual es el amor filial (amistad o amor entre familiares)…(en el texto griego de Juan cuando Cristo restaura a Pedro se usan esas 2 palabras),y si tenemos que amarnos entre nosotros y amar al prójimo dado que Cristo mismo fué nuestro supremo ejemplo…