Suena el teléfono en mi hogar.
Es la noche del 8 de octubre de 1998.
Llamado para mi madre.
Luego de una lucha larga y dolorosa con arterias tapadas debido al cigarrillo y el alcohol, un paro cardiorrespiratorio se lleva la vida de su padre. Su madre, quien sufría de problemas de corazón, al enterarse de la tragedia se descompensa y fallece. Ambos en el mismo día.
¿Puedes identificar en tu vida períodos de profundo dolor? Yo puedo identificar ese dolor profundo aquella noche cuando yo tenía unos ocho años de edad. En la vida de mi madre, y como parecía desfallecer mientras sostenía el teléfono a un costado de su cabeza.
La realidad del dolor es algo de lo que no podemos escapar, vivimos en un mundo sufriente. No es necesario mirar el noticiario para saberlo. En cada conversación uno puede dilucidar problemas de dolor: una enfermedad, un accidente, una muerte, una discapacidad, un divorcio, un terremoto, un atentado, un homicidio y sinónimos a estos. Nosotros mismos somos víctimas y hacedores de dolor. Por causa del pecado el hombre quebrantó la perfección que Dios había puesto en su creación, dándole lugar a la muerte y al sufrimiento como causas de la caída.
Por eso sufrimos, porque Adán pecó y nosotros pecamos en él. Pero también tenemos al segundo Adán: Cristo. Que entregó su vida perfecta como un sacrificio sustitutivo para que pudiéramos vivir por medio de su muerte y resurrección. Morimos en uno, vivimos eternamente en el otro.
¿Un cristiano puede sufrir?
Parece una doctrina extraña para lo que hoy popularmente se enseña. «Pare de sufrir» es uno de los lemas más renombrado por la Iglesia Universal del Reino de Dios (que de todo eso no tiene nada). Entre los carismáticos pentecostales del movimiento de prosperidad podemos encontrar que el sufrimiento es considerado maldición y causa de la falta de fe o de pecado secreto en nuestras vidas, y que el plan maravilloso de Dios para nuestras vidas consiste en prosperidad material, buena salud, y éxito en lo que emprendamos.
¿Y si te digo que el plan maravilloso de Dios para tu vida es uno de sufrimientos?
¿Por qué no? ¿dónde es que Dios nos promete que no sufriremos o que si sufrimos lo reprendamos como obra de Satanás? La verdad es que lo que vemos en las Escrituras es sufrimiento en la vida de todos los creyentes, y como parte del plan de Dios para sus vidas. Quiero darte tres ejemplos que vengo meditando:
“Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, Job 1:1.
Quizás Job sea de aquellos casos que encontramos en las Escrituras donde el sufrimiento es uno de los temas principales en su vida. Conocemos de Job que era un hombre recto y perfecto delante de Dios (perfecto en términos de fidelidad y justicia, no de sin pecado). La mayoría conoce el resto de la historia: Dios muestra delante de Satanás a su siervo Job como un hombre fiel y justo, Satanás le responde que eso es porque no le ha quitado todo lo que tiene, Dios lo bendijo y Job le es fiel, ese es el razonamiento del adversario. Dios le da permiso para que destruya todo lo que posee Job pero sin quitarle su vida. Y ahí vemos el desarrollo de todo.
¿Era Job un hombre con pecados secretos o falta de fe? ¿Acaso no era un hombre recto y Dios mismo da testimonio de eso? ¿No fue el plan predeterminado de Dios el que Job sufriera y no fue la soberanía absoluta de Dios que delimitó hasta donde ese sufrimiento podría llegar? ¿No tenía Dios un propósito para su propia gloria con el sufrimiento de Job?
“Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Para el director del coro; sobre Mahalat Leannot. Masquil de Hemán ezraíta […] Porque saturada está mi alma de males, y mi vida se ha acercado al Seol […] Me has puesto en la fosa más profunda, en lugares tenebrosos, en las profundidades. Ha reposado sobre mí tu furor, y me has afligido con todas tus olas”, Salmo 88:1,3,6-7.
Puedes leer todo el salmo 88, allí lo tienes a Hemán, uno de los hombres más sabios del Reino de David (1 Re. 4:31; 1 Cro. 6:39.), un levita del templo, cantor, que ministraba en la presencia del Señor sus alabanzas y guiaba al pueblo de Israel en adoración. Un hombre que durante toda su vida se vio azotado por la ira de Dios, profundos dolores hasta sentirse ya muerto y contado entre los que descienden a la foza. Él oraba al Dios de su salvación por liberación, pero Dios no respondió con un sí a su clamor.
¿No era acaso Dios quien no había quitado ese dolor en la vida de un siervo fiel? ¿No era Dios tan soberano en la vida de Hemán como en la vida de Job? ¿Acaso Dios dejó de ser justo, bueno y misericordioso por permitir el dolor? ¿Y si Dios no contestara tu petición de librarte de ese dolor o enfermedad? ¿Hasta donde estás entregado a Él?
“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos”, Isaías 53:3.
Cristo, allí en la cruz del calvario pronunció sus últimas palabras en medio de tinieblas: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Dios no había respondido su petición, y luego de ese grito desgarrador expiró y entregó su espíritu. Jesús moría por los pecadores en esa cruz, aquel que no cometió pecado era molido por los pecadores.
¿No tenía Dios un propósito redentor maravilloso con el dolor que sufrió Cristo en la cruz bajo la ira de Dios? ¿No era el amor de Dios mostrado al mundo al entregar su Hijo a sufrir? Si Cristo mismo tuvo que experimentar quebranto y dolor ¿por qué creemos estar exento de tales cosas? ¿Acaso no seguimos viviendo en un mundo bajo tinieblas? Y Dios, ¿Ha dejado de ser soberano sobre todo lo que nos acontece?
Dios jamás ha dejado de ser bueno aunque atravesemos momentos de profundo dolor y no podamos entender lo que ocurre. Dios tiene un propósito para su propia gloria y debemos recordar que todas las cosas le ayudan a bien a los que aman a Dios y han sido llamados por él (Ro. 8:28). No debemos creer las mentiras que nos quieren mostrar el sufrimiento y el dolor como caminos lejanos a Dios. Muchas veces, son esos caminos los que nos llevarán más cerca de Él y nos harán más dependientes de su bondad y cuidado. Los cristianos tenemos la esperanza de que un día no habrá más dolor, ni llanto, ni maldad.
Mi madre no tuvo la maravillosa verdad de la soberanía de Dios para aferrarse a ella, pero nosotros ahora podemos confiar en que Dios está al control de todas las cosas, que un pájaro no cae a tierra sin su permiso. Cuando atravieses el dolor, no lo desperdicies, piensa en estas cosas y sigue adorando a Dios por su bondad, fidelidad, justicia y misericordia contigo. Quizá el sufrimiento sea el plan maravilloso para tu vida. ¿No querrás glorificarlo allí también?
He leído y comentado algunos de tus artículos, los considero
muy buenos y este no es la excepción.
Mi conclusión personal no puede ser otra que “a los que aman
a Dios todo les ayuda a bien”
El sufrimiento y la adversidad, son algunas de las formas en
que el misterio que es Dios, se nos revela.
Es doloroso, pero no deja de ser genial.
Bendiciones.
Muchas gracias Edgardo por tu comentario! Bendiciones. Y amén a eso.
Es necesario sufrir. Gracias a ese sufrimiento, ademas de hacer morir nuestro yo, es que podemos conocer el gozo que solo viene del Señor. Y a quien podremos acudir?. Y entonces DIOS es glorificado en la vida de un creyente que sufre.
Gracias por el articulo Enrique.
Me gusto mucho este articulo Enrique, es una verdad que debemos entender hoy. Muchos no se dan de cuenta que Jesus nos llamo a tomar nuestra cruz y seguirlo a El. Esa cruz es pesada y esta ligada al sufrimiento de aquel que fue clavado en el madero. Si Jesus tuvo que sufrir entonces que nos da la impresion de que estamos exentos al sufrimiento.
De nuevo, gracias por escribir este articulo. Oro a Dios para que tambien me use con lo que escribo en mi blog como lo esta haciendo contigo hermano.