«¡Cómo yace solitaria la ciudad de tanta gente!», Lamentaciones 1:1.
Este no es otro que el clamor de alguien que ha conocido el esplendor de Israel, y hoy lo ve caer en ruinas a causa de su pecado. Jeremías, el profeta de Dios, que vez tras vez llamó al pueblo y sus líderes al arrepentimiento, hoy lamenta ver el fruto de la dureza de sus corazones. «Porque han abandonado mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido mi voz ni andado conforme a ella» (cp. Jer. 7:23, 28; 9:13; 11:5; 22:21), este es el testimonio del Soberano Dios sobre su pueblo a lo largo de todo el ministerio del profeta.
Es a la vez una prevención para todos los que leen que nuestro pecado siempre nos traerá consecuencias. Que no podemos escapar de eso. «…y tened por seguro que vuestro pecado os alcanzará» (Núm. 32:23), es la advertencia que Moisés da a la tribu de Gad y Rubén que se establecen antes de cruzar a la tierra prometida, diciéndoles que si no van con sus hermanos a la conquista antes de disfrutar sus tierras habrá consecuencias ineludibles.
¡Qué fácil nos engañamos pensando que no pasará nada con nuestro pecado! Que podemos disfrutar del cielo y el infierno al mismo tiempo y salir ilesos. Tenemos el testimonio del proverbio que dice: «¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan?» (Prov. 6:27). No podemos jugar con el pecado y creer que saldremos airosos.
Dios nos llama una y otra vez a obedecer su Palabra para nuestro bien. «“Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien» (Jer. 7:23). ¿Qué haremos con la voz de Dios? No escuchar y no obedecer nos traerá grandes consecuencias.
El pueblo de Israel sufrió a causa de su dureza: «Mas ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón, y fueron hacia atrás y no hacia adelante» (v. 24). Y la consecuencia no tardó en ser sentenciada: «Entonces haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra quedará desolada» (v. 34).
Dios quiera darnos entendimiento y un corazón dócil que oye su voz y obedece.
Bien hermano. Sigue así
Aun no soy abuelo pero puedo decir que la experiencia en el ministerio cristiano me ha permitido ver esta verdad con tristeza en las vidas de muchos.