Mirando desde nuestra perspectiva
Las apariencias nos pueden engañar, y lo hacen, la mayoría de las veces que nos regimos por ellas. «No todo lo que brilla es oro» -dice un antiguo refrán-, y cualquiera de nosotros puede desear ese «oro engañoso» si no contemplamos la vida desde la Palabra de Dios.
Asaf, el salmista vivió por un tiempo el engaño de llevarse por las apariencias, y nosotros podemos leerlo en el Salmo 73, verso 3:
Porque tuve envidia de los arrogantes
Al ver la prosperidad de los impíos.
Lo que él vio en los impíos le hizo sentir envidia de ellos. Contempló con demasiada atención el brillo de un oro falso, dice en los vv. 4-9:
Porque no hay dolores en su muerte,
Y su cuerpo es robusto.
No sufren penalidades como los mortales,
Ni son azotados como los demás hombres.
Por tanto, el orgullo es su collar;
El manto de la violencia los cubre.
Los ojos se les saltan de gordura;
Se desborda su corazón con sus antojos.
Se burlan, y con maldad hablan de opresión;
Hablan desde su encumbrada posición.
Contra el cielo han puesto su boca,
Y su lengua se pasea por la tierra.
Hay una ecuación matemática que no cierra bien en la mente del salmista, ¿cómo puede ser que estos impíos que viven sin Dios no sufran, no sean azotados, no tengan dolores en su muerte, sean orgullosos, vivan en abundancia, obtengan sus antojos, se burlen, hablen contra el cielo y no les pase nada? Está viendo que estos son prosperados, hacen lo que quieren, ¡y aparentemente todo les sale bien!
Todos nosotros podemos caer (y hemos estado) en esa misma tentación mirando al mundo que nos rodea. Ciertamente, hay muchos no-creyentes que viven en prosperidad, en abundancia de bienes, cometiendo actos ilícitos sin ser descubiertos, blasfeman contra Dios sin ser consumidos, se jactan de sí mismos y sus logros, se burlan de los creyentes, no sufren penalidades, no son perseguidos, entre tantas otras cosas. ¿Y nosotros? Sufrimos persecución por nuestra fe, aflicciones, tribulación, dolor, en algunos casos escasez, y muertes dolorosas. Pero decir esto es solo quedarnos con una perspectiva reducida, solamente lo que percibe nuestra vista.
Es distinta la perspectiva de Dios
Cuando el salmista ya pensaba que en vano había cuidado su santidad (v. 13), ya que él era azotado todo el día y castigado cada mañana (v. 14), y no lograba entender por qué los impíos vivían plácidamente, sucedió algo que le haría cambiar toda su perspectiva de la vida tal como la conocemos debajo del sol.
Relata el v. 17 que todo este razonamiento perturbador duró «hasta que entré en el santuario de Dios, entonces, comprendí el fin de ellos». Hubo un entendimiento claro sobre lo que Dios ve desde los cielos, ya no es la visión limitada del propio Asaf sobre los acontecimientos de la vida, sino que ahora puede entender y ver con claridad, leemos en los siguientes versículos (vv.18-20):
Ciertamente Tú los pones en lugares resbaladizos;
Los arrojas a la destrucción.
¡Cómo son destruidos en un momento!
Son totalmente consumidos por terrores repentinos.
Como un sueño del que despierta,
Oh Señor, cuando Te levantes, despreciarás su apariencia.
Dios no es engañado por las apariencias. Siempre me ha maravillado el versículo 20, donde el salmista dice que cuando Dios se levante, despreciará la apariencia de los impíos. En otras versiones se traduce «como un sueño del que despierta», sencillamente, que así como vos y yo soñamos y luego nos levantamos sabiendo que no es algo real. Así, Dios despreciará la apariencia del impío, y de nada servirá todo lo que pueda haber logrado, acumulado, o gastado en su vida lejos de Él.
Las últimas palabras del salmo son hermosas y ponen al creyente en el lugar correcto en este mundo de tinieblas:
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a Ti?
Fuera de Ti, nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer,
Pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.
Porque los que están lejos de Ti perecerán;
Tú has destruido a todos los que Te son infieles.
Pero para mí, estar cerca de Dios es mi bien;
En Dios el Señor he puesto mi refugio
Para contar todas Tus obras.
¿Leíste eso bien?
«Fuera de ti, nada deseo en la tierra.», grabemos con fuego estas palabras en nuestra alma, ¡ningún deseo es tan fuerte como el desear a Dios mismo! Él ejerce una fuerza infinitamente mayor a la gravedad del planeta más inmenso, nuestro corazón es capturado por esa fuerza sin poder resistirse.
«Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, Pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre». Si, podemos pasar dolores, aflicciones y tribulaciones. El reconocer esto no lo libraría a Asaf de vivir de nuevo estas cosas, sino que ahora podía vivirlas de la manera correcta, su corazón estaría refugiado en Dios, y aunque perdiera hasta la vida, Él sería su porción para siempre.
«Porque los que están lejos de Ti perecerán; Tú has destruido a todos los que Te son infieles.» He aquí el final del impío, una muerte eterna, un juicio donde saldrán reprobados al castigo eterno.
«Pero para mí, estar cerca de Dios es mi bien; En Dios el Señor he puesto mi refugio, Para contar todas Tus obras». Ya no importa si el impío posee todo el mundo si pierde su alma, no importa cuánto pueda acumular, ¡Mi bien es estar cerca de Dios! Antes, como un impío en una vida de pecado no podía acercarme a Dios. Pero ahora si, por medio de la muerte redentora de Jesucristo, y eso será por la eternidad. ¡Que bien más maravilloso!
Hoy meditaba sobre este salmo, el salmo 73, y volví a cobrar fuerzas. Ciertamente, los impíos viven sus vidas siendo sus propios dioses, esclavos al pecado, sin hacer otra cosa que adorarse a sí mismos. Pero por la gracia del Señor, aquellos que hemos creído en Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador, y nos hemos divorciado de nuestra vida de pecado; tenemos ¡grandiosas promesas! Y una nueva manera de ver todas las cosas, no con nuestros ojos, sino a la manera de Dios.
¿Puedes decir conmigo que Dios es tu bien?