“No era él la Luz , sino que vino para dar testimonio de la Luz”
(Juan 1:8)
¿No es acaso este el lugar de todos los siervos del Señor? No hay otro brillo admisible que no sea el de la Luz verdadera que alumbra a todo hombre. Y nosotros damos testimonio de esa Luz, porque hemos sido alumbrados por ella. Somos como aquellos ciegos que les fueron abiertos los ojos y por primera vez vieron la belleza de la luz, y a través de esa luz vieron todo lo demás. ¡Correríamos a explicarle a otros ciegos sobre lo maravilloso que es ahora ver por medio de esa luz!. Diríamos algo como: “¡Estaba ciego y ahora veo! ¡Wow! ¡Tienes que probar esto! ¡Es algo que se ofrece gratuitamente a todos los que quieran! ¡Ven a la Luz!”, Pero no se nos ocurriría la tontería de explicarles cuán maravillosos somos nosotros al mismo tiempo. No hay lugar para semejante error. Hay una sola Luz, y es la que marca toda la diferencia en nuestras vidas y en las vidas de los demás. Solo damos testimonio de ella. Los testimonios son dados por los testigos, los testigos son aquellos que experimentaron algo, en este caso la Luz, como Juan dirá en su carta acerca de su experiencia con Jesús: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y lo que han tocado nuestras manos, esto escribimos acerca del Verbo de vida” (1 Jn 1:1).
Ocupemos nuestro lugar privilegiado con humildad y gozo, somos los que fueron alumbrados, somos los que apuntan a la Luz verdadera, somos los que anuncian a otros que están en tinieblas sobre esta gran salvación que se ofrece por gracia a todo aquel que quiera. No queramos brillar cuando solo hay una Luz. Pero brillemos alumbrados por esa Luz. Apuntando a esa Luz. Disfrutando de esa Luz. Abracemos con entusiasmo nuestra identidad: “No era él la Luz”, ¡Tampoco nosotros somos! Y eso es maravilloso, porque no depende de nosotros sino de Dios que nos alumbra. Y Su luz jamás dejará de alumbrarnos. Ni en esta vida ni en la venidera, por la eternidad. Nuestra mayor labor es que la luz de Cristo brille ante los hombres de tal manera que no puedan vernos atrás de ella, y habremos cumplido nuestra labor, porque no somos la Luz sino que damos testimonio de Cristo.