Sermón: «Encontrando Verdadero Reposo en Jesús», Lucas. 6:1-11
¿Qué nos viene a la mente cuando pensamos en descanso? Para algunos, es tener un día libre, unas vacaciones en familia, un fin de semana largo, o quizás salir temprano del trabajo. Para otros, puede ser terminar los quehaceres de la casa antes de tiempo y sentarse a tomar mate, leer un libro o ver una película.
Pero, ¿qué es realmente descansar? Incluso durante las vacaciones, días libres o feriados, nuestros pensamientos no se detienen; la mente sigue preocupada por distintos asuntos: tareas pendientes, decisiones futuras, conversaciones difíciles que hay que tener, celulares que no paran de sonar, mensajes constantes, redes sociales y noticias que nunca cesan. Parece que lo que llamamos ‘descanso’ a menudo es solo un paréntesis en medio de la vida acelerada que llevamos. Nos damos cuenta de que este tipo de descanso es superficial, es más un recreo en nuestra ocupación que un verdadero alivio.
Vivimos en un mundo que avanza a un ritmo frenético, un mundo que exige todo ‘ya’ y hace todo lo posible por nunca detenerse. Supermercados abiertos las 24 horas, fábricas en continuo funcionamiento, centros comerciales que cierran de madrugada para mantener el consumo, películas, series, videojuegos… cada día hay algo nuevo, cada día hay que seguir corriendo. En medio de esta constante actividad, hay una búsqueda incansable: la búsqueda del descanso, del reposo, de un momento de paz en nuestras vidas aceleradas.
En nuestro texto de hoy, hay una forma de entender el descanso que no trae descanso, que es opresiva y añade más cargas sobre nuestros hombros. Y la forma de descanso que Jesús quiere darnos, que es un descanso que no depende de lo que dejemos de hacer o que hagamos.
En Lucas 6, Jesús se encuentra con personas que, al igual que nosotros hoy, estaban atrapadas en su comprensión errada del descanso. Eran personas que habían convertido el día de reposo, un regalo de Dios destinado a la renovación y el gozo, en una carga pesada de reglas y restricciones. Vamos a ver cómo Jesús desafía esta perspectiva y nos invita a descubrir el verdadero reposo que ofrece.
La teología bíblica del reposo
El origen del día de reposo
El libro de Génesis dice que cuando Dios terminó la creación del mundo en seis días usó el séptimo día para descansar: “En el séptimo día ya Dios había completado la obra que había estado haciendo, y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho.” (Génesis 2:2–3, NBLA). Ese reposo de Dios en el séptimo día marcaría el inicio de lo que Él mandaría a su pueblo que observara, un día en el que descansaran de sus obras y pudieran así adorar y contemplar a Dios.
Es en los diez mandamientos que aparece este mandato explicitamente, el cuarto mandato de Dios a su pueblo redimido dice: “»Acuérdate del día de reposo para santificarlo. »Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios. No harás en él trabajo alguno, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. »Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó.” (Éxodo 20:8–11, NBLA)
No importaba cuántas ocupaciones tengas, cuantas tareas pendientes, o que etapa del año estuvieras, el día de reposo debía ser obedecido: “»Seis días trabajarás, pero en el séptimo día descansarás. Aun en el tiempo de arar y de segar, descansarás.” (Éxodo 34:21, NBLA). El tiempo de arar para la siembra y el tiempo de la siega para la cosecha son esenciales. Pero Dios quería que su pueblo descanse y adore a Dios, de quien, en última instancia viene toda provisión que ellos poseen. Así como el maná se le daba el viernes en una doble porción para que tuvieran qué comer en el día de reposo.
Cuando alguien violaba intencionalmente el día de reposo para trabajar, la ley demandaba que tal persona muriera. Números 15 relata la sentencia de Dios sobre un hombre que estaba trabajando en el sábado recogiendo leña. Puede parecernos severo, pero Dios toma muy en serio sus mandatos a su pueblo. Lo que parecía inocente, recoger leña, en realidad era una rebeldía y desobediencia pública al mandamiento de Dios. Y merecía su castigo.
La intención detrás del día de reposo
¿Cuál es la intención de Dios detrás del día de reposo? Que su pueblo redimido, que había sido esclavo en Egipto trabajando de sol a sol, día tras día, tuviera descanso un día a la semana, el último día de la semana. Ese descanso era un regalo de Dios para su pueblo, para que reposen de sus obras y puedan recordar a Dios como el que provee todas sus necesidades. Era un día para contemplar la bondad de Dios y adorarle en familia. Descansando físicamente de las arduas labores diarias. El deseo de Dios detrás de este mandato era el bienestar y cuidado de su pueblo. Dios no era el opresor faraón que quería obtener provecho a costo del bienestar del pueblo hebreo, sino que Dios quería que su pueblo experimentara su gracia y su bondad, dándoles descanso y reposo un día a la semana. El espíritu detrás del mandamiento es el bienestar y la salud del pueblo redimido.
El profeta Isaías habla de que el día de reposo traería deleite para aquellos que lo obedecieran verdaderamente y Dios proveería para sus necesidades. “»Si por causa del día de reposo apartas tu pie Para no hacer lo que te plazca en Mi día santo, Y llamas al día de reposo delicia, al día santo del Señor, honorable, Y lo honras, no siguiendo tus caminos, Ni buscando tu placer, Ni hablando de tus propios asuntos, Entonces te deleitarás en el Señor, Y Yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra, Y te alimentaré con la heredad de tu padre Jacob; Porque la boca del Señor ha hablado».” (Isaías 58:13–14, NBLA)
El pecado contra el día de reposo
Pero el pueblo pecó reiteradas veces contra el Señor siguiendo su propio camino, usando el día santo de Dios como un día para el comercio con naciones extranjeras, para sus propios asuntos y deseos. Jeremías 17 es un llamado nuevamente de Dios al pueblo para que no siga pervirtiendo el día de reposo, que si se vuelven a Dios y obedecen su mandato, Él los iba a bendecir abundantemente pero que si rehusaban obedecer a Dios iban a ser entregados al exilio y a la destrucción. Sabemos que eso fue lo que ocurrió, y Babilonia destruyó Jerusalén y el pueblo fue enviado al exilio. Ellos habían olvidado que la observancia del día de reposo era para su bienestar. Los religiosos del pueblo buscarán resucitar el celo por obedecer el cuarto mandamiento pero lo hacen desde una teología distorsionada del reposo y sumidos en el legalismo.
El legalismo y la teología distorsionada del reposo
El día de reposo y los fariseos
El pecado no tiene problemas en cambiar de forma, siempre y cuando siga siendo contra lo que Dios desea. Por lo tanto, los religiosos de Israel se fueron de un extremo al otro. Y, con el afán de no quebrar el mandamiento de Dios, empezaron a añadir más y más mandamientos humanos por encima del día de reposo. De tal manera, que según ellos, no sería quebrantado el mandamiento de Dios. ¿Cuál es el problema con eso? Era en apariencia bien intencionado, pero lo que había detrás era igualar esos mandamientos humanos a la palabra de Dios. Cuando ponemos mandamientos añadidos a lo que Dios ha dicho, y los elevamos al mismo nivel, entonces estamos cayendo en el legalismo. Mandamientos de hombres que deben ser obedecidos para poder estar aprobados delante de Dios.
Imagina que un intendente pidiera a todos los ciudadanos que no se acerquen a un hoyo que apareció en el centro de la ciudad porque corren peligro de caer en él y lastimarse. La gente será cuidadosa en hacerlo. Pero digamos que ante la duda, el jefe de la policia decide añadir a eso más reglas y decir que no pueden acercarse a diez cuadras del hoyo. Manda que evacúen a toda la gente de sus casas y restringe el perimetro con mas policias. Cualquier persona que cruce el perímetro será sancionada gravemente. ¿Esa era la intención del intendente? ¿quería el intendente que todas esas personas pierdan sus hogares? ¿qué pensarán ahora esas personas del intendente, que les hizo bien o les hizo mal? ¿pensarán que el intendente es bueno con ellos o malo?
Eso es el legalismo, al añadir más y más reglas que Dios no ha mandado, termina distorsionando el mandato original de Dios que es para nuestro bienestar y su gloria, y crea un conjunto de reglas gravosas que son de tropiezo para las personas y que en lugar de acercarlas a Dios las terminan alejando y haciendo que crean que es malvado con ellas y opresor. Lo que Dios pensó para el bien de su pueblo, el legalismo lo torna para mal, porque le añade reglas y juicios para los que las rompen. Terminan juzgados y condenados por los hombres pero no por Dios, porque Dios no puso esas reglas.
¿Piensan que si Dios se hiciera hombre y estuviera frente a los religiosos legalistas obedecería esas reglas añadidas? ¿Piensan que le importaría si es juzgado y condenado por los religiosos legalistas? ¿Piensan que Él condenaría a alguien que viole esas reglas añadidas mientras guarda su mandato original? La respuesta a todo eso es no. Dios no busca la gloria de los hombres ni se somete a las reglas legalistas de los hombres. Dios mas bien las condena y las confronta con su verdad.
El día de reposo y las espigas de trigo
Los discipulos están en un día de reposo junto con Jesús caminando en los campos sembrados, tienen hambre los discipulos y evidentemente no traen alimento alguno con ellos. Por lo tanto, para poder seguir teniendo energías para su ministerio junto con Jesús, toman espigas de trigo y las desarman con sus manos para comer los granos mientras caminan. Eso recuerda que en la cosecha, debían dejarse caer algunas espigas y no recoger todo, para que los que no tuvieran alimento pudieran aprovecharlas y comer de ellas. Eso era Dios cuidando de los más necesitados, como vemos que hizo con Ruth en los campos de Booz.
Los discipulos tienen hambre y no están cosechando las espigas en granel para comerciar con ellas, están sacando algunas espigas para poder masticar y comer algo en el camino. El conflicto surge cuando los fariseos ven a los discipulos haciendo eso en un día sábado. Eran tantas las reglas legalistas añadidas al mandato del día de reposo que ellos consideraban que comer esos granos era una manera de trillar, por ende de cosechar, por ende de trabajar en día de reposo y eso era para juzgar y condenar por violar la ley de Dios.
El problema del legalismo es que no representa bien el rostro de Dios a las personas. Lo muestra como un «dios» con el ceño fruncido todo el tiempo, enojado y mirándote todo el tiempo para ver lo mal que haces. A menos, que cumplas las reglas de los legalistas. Entonces ellos te dirán que ahora estás bien ante Dios. Lo malo es que ellos se han constituido representantes oficiales de Dios con poder legislativo para añadir mandamientos. Dios no permitió, ni permite, ni permitirá jamás que se le quite o se le añada a su palabra.
“»Ustedes no añadirán nada a la palabra que yo les mando, ni quitarán nada de ella, para que guarden los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando.” (Deuteronomio 4:2, NBLA)
“Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro.” (Apocalipsis 22:18–19, NBLA)
Satanás torció la palabra de Dios en el jardín del Edén, y lo sigue haciendo hoy a través de sus servidores. El legalismo es un sistema pecaminoso de autojusticia. Que hace pensar a las personas que simplemente son aprobadas por Dios por hacer ciertas cosas y no hacer otras. Nada eso tiene que ver con el verdadero deseo de Dios para el hombre. Dios no es legalista.
Jesús no es legalista
La confrontación de Jesús con los legalistas: sobre comer en día de reposo
Los fariseos lanzan su primer dardo contra Jesús para acusarlo de violar la ley de Dios y tener motivos para apresarlo. “«¿Por qué hacen ustedes lo que no es lícito en el día de reposo?»” (Lucas 6:2, NBLA). La pregunta que sería interesante hacerles es: «¿lícito para quien? ¿para ustedes o para Dios?». Ellos están acusando de que están quebrantando la ley de Dios. El dilema que ellos tienen es que no se lo están diciendo a cualquier labrador ignorante de las Escrituras, se lo están diciendo a Aquel que creó los cielos y la tierra y descansó el séptimo día. Dios mismo está presente ante ellos, el que dió el mandato del día de reposo a su pueblo. Aquel que es eterno, perfecto y que su santidad es infinita. El simple hecho de insinuar que Dios puede violar su propia ley era una blasfemia.
Jesús usó esta confrontación para mostrarles que sus reglas legalistas tuercen las Escrituras y no son consistentes con ellas: “Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó y comió los panes consagrados, que a nadie es lícito comer sino solo a los sacerdotes, y dio también a sus compañeros?».” (Lucas 6:3–4, NBLA). El mismísimo rey David, que era alabado entre los judíos como el rey escogido conforme al corazón de Dios, hizo algo que no era lícito hacer según la ley. El pan que estaba en el templo era de los sacerdotes y ninguna persona que no era sacerdote podía comerlo. Pero el rey David tiene hambre, está huyendo de Saúl que lo persigue para matarlo, él y sus compañeros están en necesidad. ¿Qué es más importante? ¿El pan consagrado o la vida del rey ungido de Dios? Ante la necesidad, el sacerdote aprueba que coman del pan que es solo para ellos. Jesús los confronta con su ignorancia e inconsistencia con las propias Escrituras.
Si fue correcto que el rey David y sus compañeros comieran del pan del templo cuando tenían hambre y no tenían que comer, en un momento de necesidad. El mandato de la ley no estaba para oprimir a los hombres. Ellos comieron del pan de los sacerdotes y siguieron su viaje, y así preservaron su vida. Los discípulos están con Jesús, el más grande rey ungido de Israel, y están en un momento de necesidad de comida, ¿qué significa que coman para su bienestar y salud de las espigas el campo? ¿no es acaso el espíritu del día de reposo el bienestar y la salud del pueblo de Dios? Jesús mismo, el dador de la ley, está aprobando lo que sus discípulos hacen ante los ojos de estos legalistas. Y declarando que es «El Hijo del Hombre, el Señor del día de reposo». Ese título era una declaración pública de su identidad como el Mesías, pero también como el verdadero Hijo de Dios con la autoridad sobre la ley. Ya que es Dios mismo quien entregó la ley a su pueblo, y es Jesús, el Hijo de Dios, quien cumplió perfectamente la ley.
Es claro que los fariseos fueron desviados de las Escrituras por su legalismo. Añadieron a la verdad y crearon una mentira. Jesús no aprueba esa clase de religiosidad.
La confrontación de Jesús con los legalistas: sobre hacer bien en día de reposo
La segunda confrontación también es sobre el día de reposo y la observación legalista del mismo. Jesús está en la sinagoga enseñando y hay un hombre discapacitado de una mano, tiene la mano seca. Es decir, sus músculos y articulaciones ya no funcionan y su mano está inutilizada. Los fariseos observan como buitres para ver si consiguen atrapar a Jesús violando lo que ellos consideran que no debe hacerse en día de reposo, en este caso, sanar.
“Entonces Jesús les dijo: «Yo les pregunto: ¿es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal; salvar una vida o destruirla?».” (Lucas 6:9, NBLA)
Esta confrontación va directo al corazón del sistema legalista religioso de los fariseos. ¿Sus leyes legalistas hacen bien a las personas o hacen mal? ¿sus leyes legalistas salvan una vida o la destruyen? Las preguntan son retóricas, se responden a sí mismas. ¿Cómo es el carácter del Dios que dió el día de reposo a su pueblo? Es un Dios lleno de bondad, gracia y misericordia. Es un Dios lleno de compasión que está cercano al necesitado que clama por ayuda. Es un Dios extremadamente bueno.
Jesús confronta el entendimiento de Dios que tienen los fariseos, confronta sus mandatos malvados, y no solo en este episodio sino a lo largo de todos los evangelios. Los legalistas solo hallarán contentamiento si sus reglas son observadas, sino explotarán en ira contra los que las violen. En el mismo evangelio de Lucas, un jefe de la sinagoga muestra cuál era el entendimiento religioso que preponderaba en el tiempo de Jesús. Al momento en que Jesús sana a una mujer que hacia dieciocho años estaba encorvada y no podía enderezarse, en lugar de celebrar de gozo el milagro, dijo con indignación a la multitud: “«Hay seis días en los cuales se debe trabajar; vengan, pues, en esos días y sean sanados, y no en día de reposo»” (Lucas 13:14, NBLA).
¡Habían olvidado completamente lo que Dios quería para el día de reposo! Un día de descanso, un día de contemplar la bondad de Dios y su provisión. Un día creado para el bienestar del hombre. No fue el hombre creado para el día de reposo, sino al revés. No era para oprimir al hombre bajo un yugo de reglas, sino para hacerle bien y que pueda regocijarse en Dios.
Jesús no va a dejar de cumplir su palabra porque hay falsos maestros que la tuercen. “Después de mirarlos a todos a su alrededor, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Y él lo hizo así, y su mano quedó sana.” (Lucas 6:10, NBLA). Jesús responde su propia pregunta con una acción que vale más que mil palabras. La respuesta es sí, es lícito hacer bien en día de reposo, porque para eso fue establecido. Sí, es lícito salvar una vida en día de resposo, porque fue constituído para el bienestar del hombre.
“Pero ellos se llenaron de ira, y discutían entre sí qué podrían hacerle a Jesús.” (Lucas 6:11, NBLA)
El legalismo odia la gracia de Dios. Donde Dios salva, el legalismo quiere condenar. Donde Dios perdona, el legalismo quiere juzgar. El legalismo es una religión diabólica que se basa en obras humanas. En el legalismo nadie es salvo, porque nadie puede cumplir el sinfín de reglas humanas. Ni siquiera los que las crean las pueden cumplir. “»Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. »Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues agrandan sus filacterias y alargan los adornos de sus mantos. »Aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí.” (Mateo 23:4–7, NBLA)
El legalismo busca la gloria de los hombres. Busca la alabanza de los hombres. Pero esa gloria y esa alabanza no pueden otorgar aceptación delante de Dios, ni salvación de sus pecados. El ser humano necesita un verdadero reposo y el legalismo no tiene nada un ofrecer ahí. Pero Jesús sí.
Jesús es el verdadero reposo de Dios.
Jesús es el verdadero reposo
El día de reposo era un día de descanso, pero aún así no era un completo descanso. Era una pausa de un día, seguido de seis días de ardua labor. Era un reposo incompleto, que despertaba en el alma el anhelo por un reposo perfecto y definitivo. Un reposo de la ardua labor, un reposo de las obras para siempre. Un verdadero y completo descanso tanto para el cuerpo como para el alma.
Por lo tanto, añadir obras jamás podría dar ese descanso, buscar que las personas obedezcan reglas incontables para alcanzar paz jamás podría darle descanso, el descanso debe provenir fuera de mis obras, no puede ser un descanso que yo obtenga por mi esfuerzo. Las obras de todos los hombres finalmente terminarán en un juicio ante Dios donde serán hallados culpables de pecado. Las obras de los hombres desembocan en el mar de la condenación, sin importar cuánto se esfuercen en nadar contracorriente, haciendo obras que consideran justas, su final es el mismo. No hay paz para el impío, no hay descanso para el pecador en sí mismo.
¿Dónde podemos entonces encontrar verdadero descanso? En alguien que nos salve de esa ineludible condenación, el cual no nos pida que hagamos el esfuerzo por salir por nuestro medios porque es imposible. Tiene que ser alguien que pueda darnos salvación completa, dándonos perdón puesto que somos culpables, y dándonos la justicia que Dios demanda para aceptar al hombre ante Su santidad. El único que puede hacer eso es Jesús, quien obedeció perfectamente la ley, quien no pecó jamás y quien murió como un sustituto en la cruz recibiendo Él el justo castigo por los pecados de su pueblo. Al resucitar de la muerte, ofrece un verdadero descanso al venir a Él. Un reposo para el alma cargada y afligida. Un descanso completo porque todo fue hecho delante de la justicia de Dios. Los mandamientos obedecidos, los pecados castigados… no hay ninguna deuda más ante Dios. Solo en Jesús, el pecador puede hallar un verdadero reposo y descanso para su alma. Un descanso en los pastos verdes del amor de Dios y de su gracia inmerecida.
La promesa del Salvador es una invitación al verdadero reposo: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera” Mateo 11:28–30 (NBLA)
El autor de los Hebreos dice: «Los que hemos creído entramos en ese reposo». El autor entiende, inspirado por el Espíritu Santo, que el reposo del Antiguo Testamento apuntaba a un reposo superior, un verdadero y completo reposo, un mejor y más grande reposo, el reposo de Cristo.
“Por tanto, puesto que todavía falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes antes se les anunció las buenas nuevas no entraron por causa de su desobediencia, Dios otra vez fija un día: Hoy. Diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como se ha dicho antes: «Si ustedes oyen hoy Su voz, No endurezcan sus corazones». Porque si Josué les hubiera dado reposo, Dios no habría hablado de otro día después de ese. Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios. Pues el que ha entrado a Su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las Suyas.” (Hebreos 4:6–10, NBLA)
¿Y ahora qué? “Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguien caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia.” (Hebreos 4:11, NBLA)
El autor de los Hebreos dirige su exhortación a judíos que por causa de la persecución están tentados a abandonar el mensaje del evangelio y volver a su vieja tradición. Pero el autor los exhorta a que no desobedezcan a Dios y entren en el reposo, es decir, que crean en Cristo que es el reposo final que Dios trae para su pueblo. Que no endurezcan sus corazones ante el evangelio, sino que lo crean y puedan entonces, por la gracia de Dios, entrar en el reposo de Cristo.
¿Qué debemos hacer para tener ese verdadero reposo? Ninguna obra, solo desearlo y recibirlo por la fe. Arrepentirnos de nuestros pecados y confiar en la persona de Jesús como nuestro salvador. Solo a través suyo podemos ser plenamente reconciliados con Dios y hallar un eterno reposo. Si hoy necesitás ese descanso y reposo que Dios ofrece en Su Hijo vení a Jesús por medio de la fe. Y si ya estás en Cristo, procuremos vivir en ese reposo.
Vivamos en el reposo de Cristo
Implicaciones prácticas del reposo de Cristo
Si estamos en el reposo de Cristo hermanos, debemos recordar que hasta el día de la resurrección, el pecado aún mora en nosotros. Y en nosotros mora el remanente de pecado, del cual el legalismo es parte. Por lo tanto, hasta el día de Cristo, debemos luchar contra el fariseísmo en nuestro corazón. Tanto hacia nosotros mismos como hacia otros.
No debemos añadir a las palabras de Dios reglas que Dios no ha dado, ni convertir esas reglas en una manera de ser mejores o aceptados delante de Dios, porque eso sería una ofensa al evangelio de la gracia. Nuestra identidad, seguridad y aceptación delante de Dios siempre será sólo a través de la fe en Jesús.
Cuando presionamos a los hermanos a que obedezcan a Dios, añadiendo reglas que deben cumplir para obedecer esos mandamientos, corro el riesgo de estar pecando de legalismo.
Ejemplo 1: Congregar.
Si yo le digo a un hermano que debe congregar el domingo y no faltar bajo ninguna circunstancia, estoy añadiendo una carga al hermano, que cuando por algún motivo no asista un domingo, será movido a la culpa y la condenación. Y en lugar de acercarlo, lo alejará más. No dejar de congregarnos es una manera de animarnos a amarnos mutuamente y a hacer buenas obras, sabiendo que Jesús viene pronto. Algunos deben ser exhortados, y son aquellos que han hecho una costumbre no reunirse con los hermanos. Si yo solo presiono a que los hermanos congreguen, sin importarme su bienestar espiritual, sin importarme amarlos ni animarlos a seguir a Jesús, si solo quiero que asistan, por el hecho de que cumplan con la presencialidad, entonces no estoy entendiendo el espíritu detrás del mandamiento. Estoy dándole lugar al fariseo dentro de mi, que solo busca la obediencia externa a un conjunto de reglas, en lugar del bienestar espiritual sincero.
Ejemplo 2: Lectura y oración.
Lo mismo con leer la palabra y orar. Si yo solo le pregunto a los hermanos si están leyendo y orando. Y me contento cuando me dicen que sí, y me preocupo cuando me dicen que no, o en el peor de los casos, me molesto con ellos porque no están obedenciendo lo que yo considero debe ser cumplido a rajatabla. Corro el riesgo de solo enfocarme en un aspecto externo y superficial, en lugar de su bienestar espiritual. ¿Necesitamos leer la Biblia y orar? Claro que sí. Pero ese no es el fin en sí mismo. El fin de leer la Biblia y orar es disfrutar y crecer en mi comunión con Dios. Si yo solo leo la Biblia y oro, si hago el plan de lectura solo para cumplir, pero no estoy buscando con eso disfrutar sincera y genuinamente de mi comunión con Dios, estoy dándole lugar al fariseo dentro de mi, que solo busca la obediencia externa a un conjunto de reglas, en lugar del bienestar espiritual sincero.
Lo que nos muestran estos dos ejemplos es que uno puede obedecer sin amar a Dios y a mi hermano, uno puede cumplir los mandamientos externamente pero estar en completa desobediencia internamente. Puedo estar presionando a otros a responder de una manera legalista a la vida cristiana, hasta quizás podemos hacerlo sin intención en la iglesia o en el hogar. Cuando nuestro discipulado solo se basa en preguntas de cumplimiento externo que se responden rápidamente con un «no» o un «sí», estamos alentando una religión superficial en otros. Cuando en realidad deberíamos explorar cómo están espiritualmente en su comunión con Dios y con sus hermanos en Cristo.
Son muchos los ejemplos que podemos poner, todos nosotros llevamos un fariseo dentro que quiere salir y empezar a actuar. Por un lado, juzgando a todos por no obedecer lo que ellos creen que debe obedecerse, aún cuando no es eso un mandamiento de Dios. Y por otro lado, para sentirse mejores que otros, porque ellos obedecen lo que creen que debe ser obedecido, aunque no sea un mandamiento de Dios. Los fariseos son como los policias del cuento, quieren ser más santos que Dios y mas justos que el Juez.
Es mi oración que el Espíritu de Dios use su palabra para ayudarnos a entender el evangelio de la gracia de Dios mejor, para ver a Cristo con mayor deleite y amarnos unos a otros con amor sincero. Porque el Señor dice en Oseas: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” (Oseas 6:6, RVR60)
Que podamos ser instrumentos de la gracia y la misericordia de Dios, y vivir la verdad de que el verdadero reposo se encuentra en Jesús