«Si insistimos en quedarnos con el Infierno (o incluso la Tierra) no veremos el Cielo: si aceptamos al Cielo no podremos quedarnos ni siquiera con el más pequeño e íntimo souvenir del Infierno.»
Una fantasía donde un personaje viaja desde el infierno hasta el cielo y es partícipe y oyente de diversos diálogos y situaciones que traerán a su mente reflexiones sobre la vida en la tierra, los deseos del hombre y la superioridad de lo eterno.
Hay libros que cuando los termino creo que no los he saboreado lo suficiente y quisiera volverlos a empezar. Al principio los he devorado como cuando uno llega con mucha hambre a sentarse a la mesa, pero al final del plato uno siente que solo ha comido y no ha llegado a saborear cada uno de sus ingredientes. Este es uno de esos libros.
C.S. Lewis vuelve a demostrar su capacidad como escritor fantástico, pero no una fantasía simple de poner personajes irreales en lugares irreales, más bien, una fantasía inteligente, cuidada y con propósito. Como él mismo advierte en la introducción a este breve libro de tan solo 144 páginas:
“Les ruego a los lectores que recuerden que esto es una fantasía. Contiene, por supuesto —o pretende tener—, una moraleja.
”Pero las condiciones transmortales sólo son un supuesto imaginario: no pretenden adivinar ni especular sobre lo que realmente nos puede esperar. Lo último que deseo es provocar la curiosidad sobre detalles del otro mundo.” Introducción.
Como el título de esta obra nos informa, es un sueño, y sólo debemos tomarlos como son: sueños. En esta magnifica narración fantástica, el personaje principal, Jack (que es el autor mismo, C.S. Lewis era llamado así por su familia y amigos), se encuentra recorriendo una ciudad lúgubre y abandonada, muy gris y con largas calles y centenares de casas sin habitantes, que es el infierno. De inmediato, se topa con un grupo de personajes en la parada de un autobús. Una vez que suben y arranca el recorrido empiezan a ganar altura, se encuentran ascendiendo en lugar de avanzando por las calles. El destino: el cielo.
Allí, en el cielo, Jack se encuentra con seres brillantes de luz, y con una realidad superior a todo lo que conocía. Todo en ese lugar es realmente sólido, tanto, que las hierbas donde caminaban tenían la concistencia de diamantes y no de simple pasto, aunque para los habitantes de ese lugar lo era. Las aguas eran tan sólidas que Jack puede caminar sobre ellas y hasta tambalearse debido a la marea, pero los peces eran lo suficientemente sólidos (o reales) que pueden nadar sin dificultad sobre ellas.
Jack y los que viajan con él en el autobus son “fantasmas” no tienen la misma solidez (o no son tan reales) como los seres brillantes, que según avanza la narrativa, nos enteramos que tienen una relación particular con estos fantasmas y la vida en la tierra. Tendrán que averiguar por ustedes mismos al leer el libro —¿no queremos revelar todo verdad?—. Los seres brillantes vienen de las montañas llenas de luz y tienen una misión: convencer a los fantasmas de que vayan con ellos y que puedan ser como ellos, tan sólidoz y reales —y no solo eso— sino felices y sin más dolor.
Los diálogos le darán la acción y la emoción a todo el recorrido de Jack. Ellos tienen como personajes a los fantasmas y los seres brillantes, veremos fantasmas obstinados, idólatras, amantes de sí mismos, engañados por el dolor y la autojusticia, y hasta decididos en no perdonar. Algunos de ellos alcanzarán una liberación pero otros solo han ido al cielo para corroborar que no aman ese lugar.
Una buena advertencia antes de leer el libro: como cristianos somos llamados y tenemos las Escrituras para poder discernir todo lo que leemos, con el fin de evaluar si se ajusta al consejo y la voluntad del Dios Verdadero. Y eso debe ser así. Pero algo que debemos tener en cuenta en cada página que leamos de este tipo de literatura y género, es que no pretende ser un compendio teológico sobre el cielo y el infierno, y no debe ser tomado como tal. Si no, como el autor aclara (y cité al comienzo de esta reseña): “es una fantasía”. Aunque no hemos de desecharlo por eso. El autor ha escrito con un propósito, dejarnos “una moraleja”, algo que podamos meditar y pensar. Y dicho sea de paso: nos hace pensar mucho.
“La opción de cada alma perdida se puede expresar con las palabras “mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”. Siempre hay algo que quieren mantener, aun al precio del dolor. Hay siempre algo que prefieren antes que la alegría, es decir, antes que la realidad. Es comprensible que un niño mal educado eche de menos sus juegos y su comida preferida; y que entonces sea incapaz de arrepentirse y ser amistoso. A esto se lo llama caprichos. Pero subsiste en la vida adulta con cientos de nombres más sofisticados: la cólera de Aquiles y la grandeza de Coriolano, venganza y mérito herido y autoestima y grandeza trágica y orgullo.”, (cap. 8).
Este es un libro que debe ser leído, debe ser saboreado y desmenuzado poco a poco. Es breve, y como dicen por ahí: “lo bueno y breve, dos veces bueno”. Creo que encontrarás —como yo— fascinantes las conversaciones de los fantasmas con los seres brillantes, verás como las personas se aferran a amores falsos, creyendo que lo más maravilloso está en sus pobres intentos de autojustificarse delante de Dios, y como otros —obstinados— rechazan el regalo de la bondad de Dios prefiriendo un infierno donde puedan vivir sus vidas siendo, ellos mismos, sus propios dioses.
En última instancia sólo hay dos tipos de personas: los que dicen a Dios “hágase tu voluntad” y aquellos a quienes Dios dirá, al fin, “hágase tu voluntad”. (cap. 8).
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