Sin duda que estudiar buenos libros cristianos nos ayuda a comprender, y a asimilar verdades escriturales profundas. Pero en la experiencia nada se compara con estudiar directamente la Palabra de Dios, dividida cómo la conocemos en Antiguo y Nuevo Testamento.
Mi experiencia con el Antiguo Testamento
Estudiar el Antiguo Testamento panorámicamente abrió un sector de las Escrituras que antes había estado inhabilitado para mi, no por ser oculto ni difícil, sino porque no tenía el conocimiento necesario para encajar cada pieza en su lugar. Lo veía completamente borroso. Solo podía distinguir sectores del mismo, como la creación, el llamado de Abraham, el diluvio con Noé, el éxodo con Moisés, las conquistas de Josué, el rey David, entre otros episodios conocidos. Pero tomar un vuelo de pájaro a través de cada uno de los 39 libros que lo conforman ha sido poder divisar los límites, identificar los sectores, las historias, los tiempos y las razones.
Leer nuevamente los salmos luego de ese estudio es revelador. Encuentras a los salmos más cercanos, más claros, más familiares. Pasajes o frases como “los lugares altos” carecían de sentido antes de haber estudiado 1 y 2 de Reyes, luego, uno comprende que lo que el salmista refiere es la idolatría que tenía Israel en los lugares altos a Baal y otros dioses falsos. Esto es algo que antes jamás lo podría haber entendido sin ese contexto.
Mirando el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento está repleto de menciones del Antiguo Testamento, es el cumplimiento de muchísimas profecías que se hicieron a lo largo de miles de años de revelación de parte de Dios a su pueblo escogido. Uno puede ver en Jesucristo cumplirse las profecías dadas por el profeta Isaías unos 700 años antes de que naciese, detallando hasta su muerte en la cruz. Las citas directas del Antiguo Testamento empiezan a ser identificadas con mayor facilidad y con un entendimiento del contexto general de la historia de Israel. Él mismo Señor Jesucristo constantemente confirma la autoridad del Antiguo Testamento con sus citas.
Mirando la Teología Bíblica
Tener una comprensión general del Antiguo Testamento, de su armazón cronológica, y de su mensaje particular, nos lleva a tener una claridad sobre la teología bíblica, que no se conseguiría simplemente por estudiar qué dice la Biblia sobre cada tema. Uno puede empezar a conectar puntos a través de toda la Escritura, encontrar paralelos, tipos, entender símbolos, el por qué de muchos acontecimientos, el por qué de los exilios, la fidelidad de Dios y el resto de sus atributos son manifestados claramente en el trato con la nación particular redimida y escogida por él mismo: Israel. Uno puede construir convicciones escatológicas personales a través de certeza bíblica y no simplemente por adición a una escuela escatológica.
Se obtiene un entendimiento del plan de redención de una manera más profunda, la obra del sacrificio de Cristo en la cruz no tendría mucho sentido si uno no comprende la santidad de Dios revelada en Levítico, la distinción de la pureza del animal sacrificado, la gravedad del pecado, la justicia perfecta de Dios, su lentitud hacia la ira, su amor misericordioso, su fidelidad incondicional manifestada de manera visible y personificada en la relación de Oseas con su esposa infiel.
La gratitud de sabernos amados, escogidos y redimidos por Dios es mayor cuando uno ve su obrar a lo largo de la historia de la humanidad. Él cuidado paternal de Dios hacia su pueblo, su providencia y atención a cada una de sus necesidades, su llamado a la corrección, su disciplina, nos enseña mucho sobre cómo conducirnos con temor delante de un Dios justo y santo. Imágenes de la redención son apreciadas en sucesos cómo el éxodo de Egipto donde Dios rescata a su pueblo con un gran despliegue de su poder, un Isaías contemplando cómo son perdonados y borrados sus pecados para poder dirigirse a Dios y responder su llamado. Nos da consuelo y aliento para el ministerio ver a profetas fieles cómo Jeremías, cómo Micaías, que tuvieron que sufrir persecución y rechazo por hablar las palabras justas que Dios les había mandado.
Uno puede entender qué libros corresponden a la historia de Israel de manera cronológica y cómo ubicar el resto de los libros en esa línea de tiempo. Poder memorizar fechas claves como la división de los reinos en el 931 a.C., el final exilio por parte de Asiria al infiel reino del Norte Israel en el 722, y los tres periodos de exilios babilónicos que sufrió Juda, comenzando en el 605 y teniendo su cumplimiento lamentable con la destrucción de Jerusalén y el templo en el 586. Uno tiene hechos reales del cumplimiento de las profecías de Dios, cómo el retorno de Israel a su tierra luego de 70 años del exilio en Babilonia, que nos lleva desde el libro del profeta Jeremías al libro de Daniel,y ver esos retornos en los libros de Esdras y Nehemías. Libros cómo Jonás y Rut, nos muestran el amor de Dios hacia el pueblo gentil, prefigurándonos la futura apertura del evangelio al mundo gentil en el libro de los Hechos.
Dios levantó profetas a lo largo de toda la historia de Israel, llamando al arrepentimiento, a la vuelta hacia Dios, a guardar sus caminos. Y todo eso podemos encontrarlo de una manera detallada y maravillosa en el AT. Y luego comprender de una mayor manera cuando el libro de Hebreos nos dice que en estos últimos días nos habló por medio de Su Hijo. Y cómo debemos tener temor de atender ese llamado.
Conclusión personal
Mi experiencia personal ha sido de tremendo crecimiento en mi vida espiritual, y también una increíble apertura de las Escrituras delante de mí, es como encontrar una Biblia dentro de la Biblia, 39 libros que toman sentido cabal, que se ordenan, que se abren y que me invitan a conocer más de Dios, y a ser santificado aún más por Su Palabra (Juan 17:17).